No debe Perderse 









El entretenido recorrido desemboca, de repente, ante una impresionante mole marmórea elevada verticalmente frente a nosotros con un característico color blanco. Se trata de la gran cantera de este material, que resguarda a este pequeño pueblecito laberíntico y diminuto, escondido entre verdes bancales y que, por su tamaño y estampa, más parece una imagen de un belén viviente que un tranquilo lugar de descanso lleno de encanto.
Los vestigios arqueológicos encontrados en sus inmediaciones, como la Cueva del Castillico, del Neolítico, con abundantes hallazgos (depositados hoy en los fondos del Museo de Almería), atestiguan su ancestral poblamiento.
Aunque su origen próximo se encuentra en la cultura árabe, la cual parece darle nombre, siempre ligado a "la Piedra", la ingente mole rocosa que cobija el pueblo. En su cima, además, pueden encontrarse restos de una antigua alcazaba árabe ubicada estratégicamente en el citado promontorio.
Junto al río, quedan los restos de una antigua herrería que, en el siglo XVIII, aprovechó una cercana mina para la fabricación de hierro. Hasta allí podremos acercarnos, no sin antes habernos "perdido" por los rincones y callejuelas de su traza urbana.
Volvemos al vehículo para descender este valle, adornado en el fondo por un singular bosque de ribera, que contrasta con laderas y rocas. Adelfas, chopos, palmeras, cañaverales, son algunas de las variadas especies que dejan entrever la corriente de agua que da vida a este vergel.
Los extraordinarios derrumbes del material, visibles desde la carretera, nos hace elevar la vista hasta lo alto, para reconocer la increíble fuerza y tenacidad del hombre, que llega a transformar y desmantelar en proporciones como éstas, el paisaje natural primigenio.


" Vista General"

Próximos a los grandes bloques marmóreos que, desde cientos de metros de altura, han caído hasta el fondo de este angosto valle, proseguimos por el asfalto. Muy pronto, éste parece desperezarse y comenzar una vigorosa subida hasta superar unos relieves alomados que dejan entrever la entrada al complejo de canteras, recurso económico fundamental de la comarca.
A nuestro alrededor se extiende una continua alfombra de arbustos, donde destacan aislados pinos y olivos que cubren una continuada sucesión de suaves pendientes, aportando amenidad al itinerario. Dejamos atrás algún bosquete de encinas y, si la época es cercana a la primavera, algunos serpenteantes arroyuelos que dejan correr sus aguas por las laderas.







 
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